Los ideales son el aceite imaginario
que empleamos en la rueda
pero cuando el eje vital funciona
el ojo rechaza el aceite.
Emily Dickinson
(tr. Silvina Ocampo)
“Sería provechoso acudir, por ejemplo, a aquella conciencia hermenéutica de la India. Su diosa terrible, Kālī, destruye. Ése es su cometido. Que destruye el universo es lo que comúnmente se entiende, pero no se trata de eso; la historia es bastante más sutil: se trata de destruir la creencia de la “realidad” del mundo. No hay “realidades” en la cosmología india; hay ficciones. Y sabio es, en esta tradición, aquel que logra comprender esto. Kālī no destruye el mundo sino las imágenes, los simulacros; destruye la creencia que hace de ellas realidades sólidas. Porque las imágenes tienen tendencia a solidificarse. Kālī destruye la creencia en la solidez de los mundos que creamos, esa solidez que adquieren en la mente por efecto del miedo, del miedo a no ser siempre, el miedo a que las cosas dejen de tener permanencia y nos soporten.
Destruir la ilusión, o la creencia, no obstante, no tiene como fin, no ha de tenerlo, dejarnos simplemente sin sustento. Esto no tendría ningún sentido, salvo para quienes decidiesen morar en la cuerda floja o se dedicaran a la vida ascética. El fin es el de seguir teniendo libertad suficiente como para seguir elaborando, construyendo modelos que nos ayuden a navegar sin vernos limitados por la necesidad de sostenerlos cuando dejan de ser válidos.
Las construcciones, al fin y al cabo, son independientes de las creencias que suscitan y el hombre teórico debería serlo igualmente para con sus criaturas. Y si es cierto que, como decía Deleuze, “el más cerrado de los sistemas tiene aún un hilo que sube hacia lo virtual y de donde desciende la araña”, lo que importa es no perder de vista el hilo y entender que lo virtual no es ninguna realidad primordial o empírea, no; sólo es aquello, llámese lugar o estado de libertad, donde el instinto de ficción puede seguir tejiendo. ¿No es acaso éste la araña?
Y la rana abrió la boca, y engulló a la araña. De noche, se la oía croar.”
Contra el arte y otras imposturas, Chantal Maillard
